Sólo la amabilidad de las personas puede evitar que se te arruine una improvisada visita a cualquier lugar. Gracias al hermano Agustín pudimos acceder casi a deshora al monasterio de San Julián de Samos (Lugo) y llevarnos al menos una pequeña muestra fotográfica del tesoro cultural y artístico que encierra este edificio religioso enclavado en el Camino Francés.
El hermano Agustín, que talla unos originales bastones que se venden en la tienda de la portería, está habituado a los turistas y a los fotógrafos, por lo que alguna idea tiene de las mejores perspectivas o de los detalles más admirados. Nos guió por varios lugares del monasterio y no le importó salir en las fotos. La condición fue que le enviemos alguna, pero en papel, que él no utiliza Internet.
Y eso que el monasterio, que nos deslumbra por su impecable rehabilitación de fachadas, pinturas murales, techos y suelos, y luce unos jardines espléndidos, tiene su propia página en la web, donde se presenta como Abadía de Samos y da la bienvenida al visitante de una forma muy coloquial: “En esta página web queremos mostraros un poco de lo que encierra esta Abadía milenaria, tanto en su aspecto monumental como en la vida que llevamos los monjes que en ella vivimos”.
Diecisiete monjes viven en ella, bajo la regla “ora et labora” (oración y trabajo) de San Benito. Desde que en el siglo VI se asentó en Samos la primera comunidad religiosa, la vida monástica solo se interrumpió entre 1835 y 1880 a causa de la desamortización de Mendizábal.
De camino a Santiago, los peregrinos topan con este monasterio antes de llegar al pueblo. Situado a 11 kilómetros de Sarria —tercera estación del Camino Francés en Galicia— para muchos es el final de otra etapa en el Camino. Como lo fue antiguamente. Además, los monjes acogen otro tipo de huéspedes, por caridad y por necesidades materiales, sin que ello perturbe la vida monástica. Por un precio muy módico reciben alojamiento y tres comidas al día y, sobre todo, encuentran aquí un ambiente propicio para la introspección, el estudio o la creación literaria.
En la abadía de Samos se han alojado personas ilustres de todos los tiempos, desde el rey Alfonso II de Asturias, el Casto, que reinaba en el siglo IX cuando se descubrió la tumba del Apóstol Santiago, hasta políticos, escritores y profesionales contemporáneos. En los pasados años 90 incluso se retiraba aquí el Gobierno gallego de Manuel Fraga.
En general, lo que más llama la atención del edificio son sus enormes proporciones y su sobriedad. En particular, resulta llamativa la fachada barroca de su iglesia, construida en el siglo XVIII, de formas austeras y terminación horizontal, con hornacinas que albergan las imágenes de san Benito y de los patronos del monasterio, san Julián y santa Basilisa, y una escalinata de estilo neoclásico, inspirada en la de la catedral de Santiago.
Otros elementos característicos del conjunto son los dos elegantes claustros, unidos entre sí por unos achatados torreones. El del padre Feijoo, con 54,5 metros de lado y tres plantas, es uno de los más grandes de España. Recibe su nombre del padre Benito Jerónimo Feijoo, que tomó los hábitos en este monasterio y fue el primer ensayista de la literatura española y uno de los precursores de la Ilustración Española. En medio del patio se levanta una estatua de piedra en su memoria, obra del escultor Asorey.
El más pequeño es el claustro de las Nereidas, nombre alusivo a las cuatro voluptuosas sirenas esculpidas en una fuente de piedra enclavada en el centro. Árboles frutales, palmeras y pequeños setos forman en ambos unos magníficos jardines.
Pero más que el aspecto físico del monasterio, con curiosas pinturas murales en la primera planta del claustro del padre Feijoo, me interesa desvelarte la existencia de otros tesoros, como los que se guardan en la biblioteca-archivo. “Un monasterio sin libros sería como un castillo sin defensas”, dice la inscripción en latín sobre la puerta de la biblioteca. Vivió su última calamidad en el incendio de 1951, pero todavía conserva algunos cantorales del siglo XVII y grandes colecciones de obras de teología escritas en griego y en latín, así como doce incunables y varios manuscritos de la Edad Media.
Merecen también mencionarse el fastuoso órgano de 3.800 tubos de la iglesia monacal, y algunos de sus detalles ornamentales, como las tallas de madera de las pechinas de la cúpula, que representan a los cuatro doctores marianos benedictinos Alfonso, Bernardo, Ildefonso y Ruperto.
El entorno del monasterio, con el río Sarria bordeando sus muros y grandes extensiones de prados y bosques, es una prolongación de la quietud que se vive en el cenobio. A escasos metros, te sorprenderá la capilla de San Salvador o del Ciprés, un árbol milenario que crece pegado a ella. Construida con piedra pizarra en el siglo X, debió de tener usos funerarios y pertenece al monasterio.
Más adelante, en el núcleo urbano de Samos, la sensación cambia debido a la presencia de peregrinos. Los alojamientos y servicios de hostelería, así como las casas que ofrecen habitaciones, han ido en aumento y suponen una importante actividad económica dentro del paisaje agrícola y ganadero tradicional de la zona.
La suma de todo se convierte en una inolvidable excursión al interior de Galicia, a una zona de montaña que te sorprenderá tanto por su paisaje como por la gastronomía propia, con protagonismo de las carnes de ternera y de cerdo, las truchas y las anguilas, y los bizcochos de Samos, que son el mayor exponente de la repostería autóctona.
¿Te apetece una experiencia “religiosa” como ésta?
Ver Monasterio de Samos en un mapa más grande
Apreciados amigos. De entrada, transmitiros mi felicitación por esta magnifica posibilidad de conocer Galicia que ponéis a disposición del mundo.Por otro lado, informaros de un pequeñísimo fallo, concretamente en lo referente a la visita al monasterio de Samos (Real Abadía de Samos). Es en el punto que comentáis la propiedad de la capilla del ciprés, diciendo que antiguamente perteneció al monasterio. Os corrijo: sigue siendo patrimonio del monasterio. Nada más. Confío que lo corrijáis. Un abrazo.
Corregido queda, por supuesto. Muchas gracias por la aclaración, y hasta cuando quieras. Saludos!