Uno de mis mayores placeres como turista es conversar con las personas del lugar. En mi opinión, la espontaneidad con la que habla la gente corriente y la naturalidad con la que te cuentan cosas que ni siquiera has preguntado te descubren aspectos esenciales para comprender el destino visitado. De este modo entablé conversación con Mercedes, de 47 años de edad, encajera de la Asociación de Palilleiras Nemanquiños, en la exposición permanente de artesanía en vivo del castillo de Vimianzo (A Costa da Morte).
Las encajeras y las tejedoras de lino son las únicas artesanas que trabajan permanentemente en este Museo de los Oficios. Los fines de semana, en Semana Santa y verano se abren los talleres de alfareros, cesteiros, zoqueiros, sombrereiros…, donde el público puede contemplar las artesanías características de A Costa da Morte.
Aquí el encaje lleva asociado el nombre de Camariñas, debido posiblemente a que su comercio exterior se realizaba antiguamente desde este puerto. En la actualidad su elaboración está centrada en esta ría (municipios de Camariñas, Muxía y Vimianzo). La prueba de su relevancia y potencial económico es la Muestra Internacional del Encaje, que se celebra desde hace 23 años en Camariñas durante los días de Semana Santa, con importante presencia de la industria de la moda y de jóvenes diseñadores.
Mercedes, que fue cocinera en Suiza, aprendió a los seis años a palillar. En lugar de una muñeca, tenía una almohada de paja y cuatro bolillos, y mientras cuidaba de las vacas en un prado se entretenía haciendo cordones.
Inclinada sobre su curiosa almohada con cuernos plagada de alfileres de colores, la conversación no la distrajo un ápice de su tarea. Mientras elaboraba un chal de lino rústico por encargo, disfrutaba de su trabajo y de la oportunidad de hablar sobre él. Primero me ilustró sobre la almohada en la que se coloca el picado, que es el cartón con el diseño de la obra a modo de guía, y después me explicó las partes del encaje: el pie, que va unido a la tela, el centro y la puntilla, la parte que queda libre. El arte de los bolillos ya me pareció algo más complicado de asimilar.
Puntillas para sábanas, cortinas, manteles de iglesia… A principios del pasado siglo la artesanía del encaje era una importante fuente de ingresos para las familias de A Costa da Morte. Las mujeres trabajaban a la luz del carburo, y había compradores que enviaban sus labores a Argentina, México y Cuba desde el puerto de Camariñas.
Hoy en día las encajeras realizan sus propias creaciones. De sus manos salen chales, carteras, abanicos, complementos y adornos para vestidos y todo tipo de confecciones. La sala que ocupan estas artesanas en el castillo de Vimianzo está repleta de artículos a la venta que llaman la atención por sus delicadas puntillas.
Delicadas y, sin embargo, de larga duración. Porque, según me contó Mercedes, los más antiguos encajes de los manteles de las iglesias, que en otro tiempo fueron una importante carga de trabajo, están intactos, mientras que las telas se van consumiendo con el paso del tiempo y hay que repararlas.
En cuanto al origen del encaje, existen varias versiones. Una hace referencia a la historia, y según ésta fue traído por las mujeres flamencas casadas con los soldados que combatieron en Flandes en el siglo XVI. Pero las demás son leyendas: una cuenta que la única superviviente de un barco italiano que naufragó en estas costas habría enseñado a palillar a las mujeres de la zona; otra refiere que la Virgen le enseñó a hacer encaje a una dama en apuros económicos que no quería trabajar fuera de casa, y la tercera asegura que el encaje nació cuando una joven que fue a despedir a su enamorado a la ribera cogió unas algas entre las manos y ensimismada comenzó a entrelazarlas.
Sea como sea, lo cierto es que por su finura el encaje siempre se consideró un elemento de prestigio y de distinción en los ajuares de las casas. “Dicen que el Titanic llevaba un baúl con encaje para la venta”, me apuntó Mercedes con cierto orgullo, pero comprenderás que después de conocer tantas leyendas me asaltaran las dudas.
[…] Aprendiendo sobre el arte de los bolillos en A Costa da Morte […]
Es un trabajo hermoso que requiere mucha dedicación y talento. Es sorprendente y motivador que continúen con estas tradiciones, algo muy interesante para ver en España.
La única forma de que sobrevivan es adaptarlas a los gustos actuales, pero desgraciadamente no lo tienen fácil. Es triste pensar que toda una forma de vida acabará, como tantas, reducida a un museo. Gracias por dejar tu comentario, Adrián.
Igual creo que el esfuerzo vale la pena, puesto que lo contrario sería perderlas y eso sí es inaceptable, gracias a vosotros por el aporte.
Es un trabajo precioso y una exposición muy bonita, estuvimos hace un par de años con el niño y aprendió un montón! Coincido contigo en que seguramente la historia del Titanic será más bien la típica leyenda «urbana»
Bss
Dicen que una labor muy relajante además. Es una de las cosas que algún día aprenderé a hacer. Un saludo, Inés!