Los montes de O Castro y de A Guía son dos estupendos miradores de la ría de Vigo que, además de marcas naturales con las que se guiaban los pescadores y navegantes cuando no existían los faros, fueron enclaves estratégicos para la vigilancia de la costa y la defensa contra los invasores, y así lo confirman los restos de una fortaleza del siglo XVII en el monte de O Castro y la ermita de Nosa Señora da Guía, edificada en los años 50 sobre una construcción del siglo XVI.
La imagen del monte de A Guía y su faro, que veo a diario desde mi casa, me hace pensar en aquellos tiempos y en el hecho de que el faro del monte de A Guía (Vigo) fue —tras el de la Torre de Hércules, por supuesto— el primer faro construido en Galicia. Entre ambos pasaron 1.800 años de oscuridad.
Fue a mediados del siglo XIX cuando comenzó la construcción de los faros gallegos, y llama la atención que el primero de ellos se proyectara dentro de la ría de Vigo y no en uno de los peligrosos salientes de la costa gallega. La razón no fue otra que los intereses de dos comerciantes locales que en 1842, con la entrada en servicio de los buques de vapor y el auge del comercio marítimo en el Atlántico, presionaron a las autoridades, vía el consulado inglés en Galicia, para que se corrigiera la deficiente señalización del puerto de Vigo. La historia la cuenta el doctor en Historia del Arte Jesús A. Sánchez García en su libro «Faros de Galicia».
En realidad, la pretensión de los dos consignatarios de vapores ingleses era instalar una luz en el balcón de su casa para guiar a los buques, pero con buen criterio aquella idea fue desestimada y se decidió instalar dos luces que guiaran la entrada a la ría de Vigo: una en A Guía, y otra en las Cíes.
Se reconocía así la importancia creciente del puerto de Vigo y —más importante aún— las autoridades se congraciaban con los países europeos con representación diplomática en Vigo y ofrecían una buena imagen de España en el extranjero.
El faro de A Guía se encendió en abril de 1844 y sirvió de iluminación para el puerto y como guía para los buques que desembarcaban tripulantes o pasajeros con graves infecciones en el lazareto de la isla de San Simón, al fondo de la ría. El faro actual, una torre cilíndrica revestida de azulejos blancos y con tres ventanas rectangulares, no es el original, sino que se levantó junto a la primera torre a principios del siglo XX. Tuvo también una caseta de servicio adosada, pero ésta desapareció con el tiempo. Ahora, tras la construcción de un paseo marítimo a su lado, el faro está protegido por una valla, lo que lo salva de los ataques vandálicos.
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