Desde que el fitopatólogo norteamericano Flippo Gravatt visitó la fraga de Catasós (Lalín, Pontevedra) y propuso ante la FAO su protección, hasta que fue declarada en 2002 Monumento Natural por la Xunta de Galicia, han pasado 46 años. Las 4,5185 hectáreas de esta masa boscosa que alberga los castaños más altos de Europa son hoy patrimonio público, pero en tiempos lo fueron de la familia Quiroga de Catasós, residente en un pazo próximo, donde la insigne Emilia Pardo Bazán, casada con uno de sus descendientes, escribió parte de “Los pazos de Ulloa”. De ahí que la fraga sea también conocida por el nombre de Carballeira de Quiroga.
Llegar a este lugar es muy fácil. Se encuentra a 4 kilómetros de Lalín, en la carretera N-525, en dirección a Ourense. Un cartel a la izquierda de la vía proclama su presencia en su punto de acceso. Carece de espacio para el estacionamiento de vehículos, por lo que conviene dejar el coche en el pequeño núcleo de Quintela (100 metros antes) o bien 100 metros después, en la explanada de un bar de cazadores, justo al lado del camino que lleva a la parroquia de Catasós.
Castaños, robles y algunos alcornoques conforman la masa arbórea de la fraga. Hay castaños de 200 años que miden 30 metros de alto y 5,5 metros de perímetro y que, en su conjunto, presentan la mayor tasa anual de crecimiento de toda Europa.
La fraga es un laboratorio natural. Nada más penetrar en ella, un enorme tronco se cruza en el camino. Está colonizado por hongos, musgos, líquenes… Quién sabe cuánto tiempo llevará ahí y cuánto más le queda hasta su descomposición total. Una observación detenida permite descubrir toda clase de gusanos, caracoles e insectos, entre ellos el ciervo volador, un escarabajo muy preciado en la fraga porque está en peligro de extinción. Más difícil, aunque no imposible, es que salgan ante nuestros ojos salamandras, ranas, serpientes y pequeños mamíferos que tienen su refugio en los agujeros y cavidades de los troncos. Estamos, en todo caso, ante un frágil microambiente. Y ante un proceso de descomposición de la madera que tiene un efecto directo en la formación del suelo.
Más adelante, una pequeña parcela cercada acoge plantas de castaños, robles y cerezos, con la finalidad de facilitar la observación de la evolución de la vegetación de forma natural.
El recorrido por la fraga es corto y entretenido. Muy apto para un paseo en familia, despertará la curiosidad de los niños ante la singularidad de su ecosistema. Al no requerir una larga caminata, el tiempo no apremia, y el sendero circular, desdibujado en muchos tramos por la hojarasca, invita a detenerse. Escuchar es un buen ejercicio. Trinos y silbidos se mezclan en una bella composición musical –lástima que no puedan borrar el rugido de la carretera–. Entre los músicos se encuentran los petos, característicos por sus fuertes picos y largas lenguas con los que extraen de los troncos los insectos de los que se alimentan, y los ariscos arrendajos, los vigilantes del bosque, que con sus gritos alertan a los habitantes de la fraga de nuestra presencia.
Los árboles de la fraga están alineados o formando círculos. Entre sus gigantescos troncos de caprichosos brazos no se atisba el cielo. Allá arriba, en su natural tendencia hacia la luz, dan la sensación de estar estirándose en una carrera árbol contra árbol. En algún punto se cuelan unos rayos de sol que colorean de verde claro las copas más altas. A sus pies, entre algunas florecillas y freseras, al abrigo de sus gruesos troncos, nacen erguidos tiernos retoños. La fraga crece, y que sea un espacio protegido asegura la pervivencia de la variedad, singularidad y belleza de su ecosistema natural.
Vida humana en los lindes
En los lindes de la fraga hay vida humana. Ante nuestros ojos aparecen las casas y fincas del pequeño y silencioso núcleo de Quintela, donde algunas mujeres trabajan en sus huertas. Corre un regato al que acuden reses a abrevar. Las boñigas las delatan. Las ruinas de dos pequeños molinos evocan otros tiempos y otras formas de vida. El aire trae el olor de vacas que pastan en los prados y de otras estabuladas.
Es mediodía, el momento de dirigirse hacia el pueblo, pasar por delante de la Casa de Quiroga y contemplar su arquitectura típica de casa solariega gallega. Como recurso turístico al uso, es el único reclamo del pueblo. Ahora bien, nada impide que el visitante pasee un rato su curiosidad: observará a las gentes del lugar en plena faena, dando de comer al ganado en pequeñas explotaciones, recogiendo forrajes, cavando la tierra o recolectando hortalizas.
Un recorrido en coche por las estrechas carreteras que llevan de un parroquia a otra nos sumerge en el más puro ambiente rural. Agruchave, Outeiro, Don Freán… Los rebaños de vacas lecheras frisonas o de rubias gallegas con dedicación cárnica en los prados nos recuerdan la importancia de la actividad ganadera en toda la comarca del Deza y la fama de su carne vacuna. En Don Freán, un pazo de la primera mitad del siglo XVII se esconde tras un elevado muro. La decepción se ve difuminada por la espontánea colaboración de los vecinos, que ensalzan las labores de conservación de sus actuales moradores y nos señalan el flanco de la finca desde donde poder atisbar una minúscula parte de la bella arquitectura del edificio.
Regresamos a la N-525. Estamos deseosos de visitar el núcleo urbano de Lalín, capital del Deza, y disfrutar de una buena comida. Pero no queremos despedirnos del lugar sin ir, en dirección a Ourense, a la parroquia de Catasós para admirar el souto de castiñeiros de Cardiego, su crucero con altar a la entrada y su pequeña iglesia dedicada a Santiago.
Lalín, kilómetro cero de Galicia
Lalín es el kilómetro cero de Galicia. Por su céntrica ubicación, goza de una excelente comunicación terrestre: gracias a la autopista AP-53 Santiago de Compostela-Dozón, está en comunicación directa con la capital gallega, lo cual acorta distancias –tomando la autopista A-9– tanto con Pontevedra y Vigo como con A Coruña y Ferrol.
Lalín, de configuración urbanística reciente, es un pueblo grande, donde abundan los comercios –llama la atención la elevada concentración de tiendas de ropa y la presencia entre ellas de las firmas de todo el espectro textil de la vecina Ourense– y los buenos restaurantes. Porque si algo ha dado renombre a Lalín, tanto dentro como fuera de Galicia, ha sido su Feria del Cocido (domingo antes del Domingo de Carnaval), declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, que en 2008 cumplirá 40 años. Conviene, pues, reservarse para la hora de la comida y tomarse un tiempo para degustar esta especialidad gastronómica a base de chorizos y lacones, patatas y grelos.
Lalín no desatiende su oferta cultural y de ocio. Varias esculturas –dedicadas al labrador, al niño, a la madre, al emigrante, a los caballos, a la diosa de O Deza y ¡cómo no!, una en homenaje al cerdo, ésta en la calle Colón– salpican las calles de un centro urbano que ha apostado por humanizar calles y plazas, y que nos ofrece, para terminar la jornada, la posibilidad de visitar el Museo Gallego de la Marioneta (previa cita en el teléfono 986784694) y la Casa-Museo Ramón María Aller, dedicada a tres ilustres hijos de Lalín: el astrónomo Ramón María Aller; el aviador militar Joaquín Loriga y el pintor José Otero Abeledo, Laxeiro.
[…] estos castaños fueron plantados en el siglo XIX en un pazo propiedad de la familia Quiroga y que se han mantenido para nuestro disfrute hasta nuestros […]
Gerardo, estaré encantada de poder ilustrar el post. ¿Cómo decir que no a un ofrecimiento tan generoso? Puedes enviármelas a edurnebns@gmail.com Muchísimas gracias!!
Hoy hemos estado por allí y le hemos sacado unas fotos. Si estás interesada y las quieres añadir al post te las puedo enviar. Un saludo.
Gracias a ti, Romina. Desgraciadamente no tengo imágenes del lugar para poderte enviar, pero no debe ser difícil encontrar algo en internet. Saludos desde Galicia.
Muy emotivo escribo desde Argentina mi abuela nació en la parroquia de Catastós el 28/12/1915 vivió en ese pueblo de Catastós muy cerca de Lalin y emigró hacia Buenos Aires en los años 1930 me encantaría poder tener una imagen de esa parroquia el texto lo dice todo me traslada a ese lugar tan bello! muchas gracias por compartirlo.
Romina