«¡Qué bonito!, ¡qué bonito!». Las decenas de visitantes que, pese a la amenaza de lluvia, se animaron la mañana del sábado a subir al cercado de O Castelo a ver la bajada de los caballos salvajes al pueblo de Sabucedo para someterse a su rapa anual de crines y colas no podían controlar la emoción al contemplar una manada de unos 300 caballos, monte abajo, en medio del sonido de sus relinchos y de los hombres del pueblo voceando.
Esto solo era el principio de la primera jornada de la Fiesta de A Rapa das Bestas de Sabucedo, de Interés Turístico Internacional (primer fin de semana de julio), cuyo plato fuerte es el curro o rapa: puro espectáculo y genuina representación de la comunión entre los habitantes de esta parroquia de A Estrada (Pontevedra) y el caballo salvaje, en la que se inician en la infancia, mediante un ritual que dura ya cinco siglos.
Porque, a diferencia del resto de rapas que se celebran en Galicia, aquí se doblega a los caballos sin cuerdas ni palos en un cuerpo a cuerpo que enfrenta la furia del animal con la técnica y la destreza física humanas.
La rapa, que no es más que una tarea agropecuaria consistente en el corte del pelo de los caballos, su marcaje, control de crías y desparasitación, tiene en Sabucedo orígenes legendarios y se realiza con la protección de San Lourenzo. De hecho, al Arzobispado de Santiago pertenece la Yeguada del Santo (unos 300 animales).
Dentro del curro —un cercado de piedra al aire libre con graderío para el público— el olor a caballo inunda el ambiente, y la visibilidad se nubla por momentos por la evaporación del sudor de las bestas (bestias). Así los llama la gente del pueblo, pues se trata de garranos, una especie de caballo salvaje autóctona de Galicia, característica por su baja estatura.
Pronto dan muestras de su carácter indomable, levantándose sobre sus cuartos traseros o emprendiéndola a dentelladas unos con otros para hacerse sitio. En medio de esa fuerza descomunal de la manada agolpada se abren paso los aloitadores (luchadores). Hace tiempo que esta tarea no es solo cosa de hombres y ya no sorprende ver chicas en el curro.
Entre tres personas deben reducir al caballo. Una lo sorprende saltando por detrás a su lomo y agarrándose a sus crines, mientras la segunda lo agarra por la cola y con golpes a los lados evita que el caballo traccione. La tercera acude a la cabeza del animal abriéndose paso entre la manada para cruzar el brazo por encima, taparle con su pecho un ojo y cogerle el mentón por el lado opuesto. Después, el primer aloitador se apea, y cada uno por un lado rodean la cabeza del caballo y lo mantienen inmovilizado hasta que le cortan el pelo. En el impresionante forcejeo es habitual tumbar al caballo y neutralizarlo sobre el suelo.
Sin duda, el espectáculo es fascinante y de una enorme plasticidad por la variedad de caballos, blancos, negros y pardos; las peleas entre los machos, llamados garañóns, que tocan a entre 20 y 40 yeguas; el contacto físico entre los aloitadores y los animales, y la descarga de adrenalina que experimentan en la lucha.
¿Te extraña que en Sabucedo las niñas y niños pequeños sueñen con ser aloitadores?
Más información: http://www.rapadasbestas.es
Ola Edurne, escribote dende a organización da Rapa das Bestas.
Parabéns polo teu artigo, gustounos moito e agradecemosche que aguantaras o tirón do sábado, que climatolóxicamente falando, non foi moi agradable.
Unha fonda aperta e grazas por axudar a difundir esta festa.
Grazas a vós pola organización e as facilidades que nos distedes. Pasámolo moi ben.
Fantástico, Edurne y Ricardo. Un abrazo
Manuel Bustabad
¡Mil gracias, Manuel!