Comienzo este artículo subrayando la idea ya apuntada en otras ocasiones sobre lo interesante de revisitar los destinos, sobre todo para el turismo de cercanías e incluso para el nacional. En Vivir Galicia lo practicamos con relativa frecuencia y acabamos de volver a hacerlo: por enésima vez hemos visitado Cambados y disfrutado de una nueva experiencia, esta vez acompañando a las mariscadoras en la playa de O Sarrido.
Cambados es un destino imprescindible en toda ruta por las Rías Baixas, fundamentalmente por su centro histórico, pero también como referente del enoturismo, por ser la capital vitivinícola del valle de O Salnés, la subzona de mayor producción de albariño de la D.O. Rías Baixas. Pero su retrato no estaría completo si obviáramos la importancia económica del marisqueo en la ría de Arousa, que desde hace unos años es otro activo turístico de la mano de la Agrupación de Mariscadoras Guimatur.
Conocíamos la iniciativa de Guimatur, pionera del turismo pesquero-marinero de Galicia y premiada en distintas ocasiones por su carácter emprendedor e innovador. Habíamos realizado una visita a la lonja de Cambados aprendiendo sobre bivalvos y técnicas de marisqueo, pero nunca nos habíamos calzado las botas de agua para bajar a la playa con las mariscadoras. La experiencia se materializó el pasado viernes de la mano de Bodegas Martín Códax.
Te preguntarás cuál es la relación entre vino y marisqueo, más allá del estupendo y natural maridaje entre los vinos albariños y el marisco de las rías gallegas. Y la respuesta es sencilla: el compromiso con la tierra. Porque, como bien explica María Otero, responsable de enoturismo de esta bodega, los albariños de O Salnés, en general, y los de Martín Códax, en particular, no se pueden entender sin la influencia del océano y la singular orografía de la ría.
De ahí que la jornada de enoturismo organizada por Bodegas Martín Códax comenzara con una guía excepcional, Victoria, integrante de Guimatur, 63 años de edad y mariscando desde que era una niña de 9 años.
“Esto es lo mejor de Cambados”, exclamó Victoria frente a la playa de O Sarrido, después de atravesar a pie el paseo del Muelle, al final del puerto de Santo Tomé. Y no lo decía por las ruinas de la torre de San Sadurniño, levantada en el siglo X para la defensa marítima, sino por la extensión de la playa, dos millones de metros cuadrados que la convierten en la mayor de Galicia de marisqueo en una sola pieza y dan idea del volumen de marisco que produce.
Unas 180 mujeres se encontraban en ese momento faenando, y Victoria, que ese mismo día cobró su primera pensión como jubilada, nos ilustró con verdadera alegría sobre una profesión que para ella solo tiene ventajas: ¿Dónde, si no, puedes trabajar media jornada?
Reúmas y dolores de espalda y de las articulaciones no son nada en comparación con el privilegio de trabajar al aire libre, de explotar un recurso que las propias mariscadoras se encargan de que no desaparezca y con el orgullo de saberse un colectivo organizado, respetuoso con las tallas y vigilante contra el furtivismo.
La historia de Guimatur, fundada en el año 1999, da para un largo reportaje, y la de Victoria para una deliciosa novela en la que el lector gozaría con el anecdotario de otra época en la que ella y otras muchas mujeres marisqueaban furtivamente. “Para ayudar a pagar las facturas”, puntualiza.
No fue fácil la creación de la agrupación, a la que pertenecen actualmente 200 mujeres y solo 5 hombres, porque hubo que cambiar mentalidades y los primeros años apenas ganaban dinero, pero el constante trabajo de limpieza, siembra y resiembra de la playa, con el asesoramiento de un biólogo de la Xunta de Galicia, ha fraguado en una actividad profesional, regulada, autogestionada y con futuro.
Con su iniciativa de turismo marinero, las mujeres de Guimatur se han acostumbrado a las fotografías y las preguntas. Las mueve su compromiso por divulgar una actividad esencial en su pueblo y en sus vidas y por que la hereden las generaciones venideras. Algo para ellas tan cotidiano resulta una recomendable experiencia para los turistas.
Con Victoria comprobamos que no necesita del calibre para adivinar que a una almeja le faltan 2 milímetros para dar la talla mínima de 4 cm. Nos hizo disfrutar también con su demostración de cómo se cogen las miñocas (cebos para pescadores deportivos, que se venden a 30 céntimos de euros la unidad) y fijarnos en las marcas de los berberechos en su desplazamiento por la arena.
La verdad es que nos llenó de emoción conocer a Victoria. Habríamos estado horas escuchándola y gozando de su sabiduría, pero en Bodegas Martín Códax nos tenían preparada otra interesante actividad, un taller de cata del que hablaré en un próximo artículo.
Una experiencia preciosa y como siempre, fotos de lujo!!! Besos