XI Vuelta Náutica. Diario de a bordo (I)

Joan Sol, el autor del blog El mar és el camí, escribía hace poco sobre su sensación de “mariposas en el estómago” cada vez que se embarca. Y descubrí, para mi sorpresa, que curtidos navegantes reconocían tener la misma sensación. Lo mío no es precisamente un batir de alas de lepidóptero, sino un aleteo más agitado, más semejante al de un ave atrapada por una cobra, pero yo me sentí reconfortada.
Las reflexiones de Joan Sol me hicieron pensar en que, tras ocho años en esto de la náutica, he escuchado decenas de anécdotas y confidencias de muchas mujeres de navegantes –a las que, como a mí, les gusta el barco, pero no obligatoriamente la vela o las regatas–, y he descubierto, en fin, que todas las tripulaciones cuecen habas y que yo no soy la única inapropiada compañera de navegación con quien puede topar cualquier émulo de Fernando de Magallanes. Lo cual también es reconfortante. 

© Ricardo Grobas

En mi descarga apuntaré que suelo llevar el timón o, siguiendo las órdenes del patrón, enrollo y desenrollo el génova, izo y arrío la mayor, cazo las escotas… Quiero decir, que soy de las que colaboran y, desde luego, no abandono la bañera y dejo al patrón cual navegante solitario, aunque me esté muriendo del susto. Pero defiendo, sí, con todas mis fuerzas, mi derecho al miedo y a pasarme de prudente si opino que deberíamos poner un rizo o quitarle trapo al génova.

Así que con el fuerte batir de alas del que antes hablaba asentado en mi estómago, y después de una carrera contrarreloj haciendo los preparativos y un retraso de tres horas por una inoportuna anomalía del motor, a las 20:30 hemos puesto proa a nuestras vacaciones en barco rumbo al Norte. Nuestra intención es, igual que el año pasado, salir al encuentro de la XI Vuelta Náutica a Galicia, que salió de Ribadeo el día 1, y hacer el camino hasta Moaña disfrutando de su habitual ambiente lúdico y festivo.
Sin viento y con las olas de costado en la Costa da Vela, nos contentamos con llegar a Portonovo a las 23:00 horas y decidimos madrugar para alcanzar al Golfiño y al Alefriz, que ya han llegado a Ribeira.

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Soy periodista. Cofundadora y directora de la editorial Belagua. Trabajo en proyectos editoriales centrados en la comunicación turística de Galicia, y desarrollo tareas editoriales, de comunicación y de creación y gestión de contenidos para todo tipo de publicaciones. Soy navarra, vivo en Vigo y adoro Galicia.

Hay 2 comentarios

  1. Edurne dice:

    Muchísimas gracias, Joan. Estoy de acuerdo contigo en todo. De lo que se trata es de disfrutar y de ir aprendiendo poco a poco. Te puedo decir que yo estoy haciendo las dos cosas.
    ¡Ah! Normandía! Uno de mis viajes soñados, que espero hacer pronto. Te pediré referencias.
    Saludos a Marta, y un abrazo.

  2. Joan Sol dice:

    ¡Hola, Edurne!

    Estoy siguiendo con mucho interés tu diario de a bordo de la XI Volta Náutica a Galicia, que me ha hecho recordar mi subida de Vigo a Muros a bordo del “Alefriz”, en compañía de Mar y Tin, a principios de julio. ¡Qué pena que el tiempo no acompañe! Aunque estoy seguro que, con toda la gente que sois, os lo debéis pasar la mar de bien en puerto, ahora en un barco, ahora en el otro, y más si los niños se entretienen solos.

    En cuanto a lo que comentas de la inquietud y el desasosiego que sentimos muchos navegantes al hacernos a la mar, creo que el miedo –llamemos a las cosas por su nombre- es un excelente seguro de vida. El mar, cuando está cabreado, da miedo; al menos a mi me lo da, y no me avergüenza admitirlo. Y ese miedo hace que, como en cualquier situación de peligro, optes por esconderte, o sea, quedarte en casa, luchar contra la amenaza o salir huyendo: puro instinto de supervivencia animal. En el caso del mar, creo que ese miedo se puede controlar a base de experiencia y de una enorme prudencia. Siempre he pensado que en el mar toda prudencia es poca. Me parece una temeridad salir a navegar en condiciones adversas, a no ser que seas un profesional que está obligado a ello –y aún así me parece una irresponsabilidad salir en según que casos-, sin los conocimientos suficientes para manejar un barco con mal tiempo, sin un barco en buenas condiciones, y sin los elementos de seguridad y salvamento necesarios. Yo, si no lo veo claro –si las mariposas en el estómago o los pajarracos aletean demasiado-, no salgo. Salgo a navegar para pasarlo bien, no para sufrir ni para llevarme un susto de muerte, especialmente si tengo personas a mi cargo. Otra cosa es que te sorprenda el mal tiempo navegando. En este caso creo estar preparado para saber qué hay que hacer –al menos en teoría, porque no he pasado ningún temporal en el mar-, tanto para gobernar el barco como para, si la cosa se pone realmente fea, adoptar las medidas necesarias para salvar el cuello. Esa confianza en mi mismo, en el barco, en el patrón, en otros miembros de la tripulación, etc., es lo que me da seguridad y me permite mantener a raya esa sensación de cosquilleo en el estómago que me invade siempre antes de salir a navegar. Luego, cuando estoy en el agua y veo que las condiciones son perfectamente manejables, siempre se me pasa y acabo disfrutando de la navegación, aunque se haga incómoda o pesada. Aquí la experiencia también es fundamental y, a base de navegar en todo tipo de condiciones, uno va aprendiendo a controlar sus temores.

    Así que, nada, a disfrutar a tope de estas vacaciones náuticas en familia. Recuerdos a Ricardo y saluda de nuestra parte a la tripulación del “Alefriz”, que me parece que andan muy “desconectados”. ¡Ah! Y te agradezco mucho la referencia a mi blog.

    ¡Un abrazo desde Normandía!

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