El primer centro alfarero de Galicia, por número de artesanos, es Buño, una parroquia agraria de Malpica de Bergantiños (A Coruña), en cuya calle principal se localizan buena parte de los talleres en activo y tiendas especializadas donde se hace patente la lucha por la supervivencia del oficio, su adaptación a la evolución social y a las exigencias de la demanda actual: una veintena de hombres y mujeres elaboran piezas de todo tipo, utilitarias y fundamentalmente decorativas, con originales diseños y atractivos esmaltados que aúnan tradición y modernidad. En sus creaciones se distinguen estilos, formas, colores y elementos decorativos diferenciados –espejos, murales, cestos, flores, muñecas, juegos de vino, de café y de aguardiente, jarrones, pies de lámparas, cajitas, figuras humanas y elementos propios de la cultura de Galicia…– y se reconocen las manos de cada artesano.
El mundo de la alfarería de Buño dista mucho de lo que ha sido en un pasado no tan lejano y, sin embargo, goza de un prestigio secular. Si en el siglo XVI se recurrió a los alfareros de Buño para realizar las tuberías vidriadas de la traída del agua de A Coruña, actualmente se les demanda, por ejemplo, para decorar con bellos murales la fachada de un comercio en cualquier ciudad de Galicia.
El dominio del oficio, pero también la buena organización de los alfareros para acometer trabajos complejos; su versatilidad; sus aptitudes comerciales, y la ubicación geográfica de Buño, en una zona costera y muy activa económicamente, son algunas razones que pueden explicar la difusión de su alfarería dentro y fuera de Galicia. Alfareros de Buño instalados en otros lugares (Salvaterra de Miño y A Guarda, en Pontevedra, y Ames, en A Coruña, por ejemplo) continúan hoy en día la tradición de su tierra.
Y, sin embargo, el futuro también aquí es incierto. “Hace muchos años que somos los mismos, y a los jóvenes no les gusta vivir en el pueblo”– dice Carmen Isabel, de 52 años, la primera mujer que se apuntó al oficio hace casi treinta años. “En momentos de crisis seremos los primeros en caer”. Como la mayoría de los artesanos, vende en tiendas en Buño y en toda Galicia y trabaja por encargo porque, según dice, “a la gente le gustan mucho las exclusivas”. Sus fuentes, juegos de café, pendientes, anillos y todo tipo de originales adornos llevan impreso su fuerte carácter.
Ecomuseo Forno do Forte
En este enclave de A Costa da Morte, tradicionalmente de economía agraria, y apenas relacionado con la cultura marítima de un puerto pesquero tan importante como el de Malpica, la esencia de la tradición alfarera de Buño está recogida en el
Ecomuseo Forno do Forte. Aquí trabaja permanentemente de cara al público un alfarero, y el visitante se familiariza con su delicada y preciada alfarería tradicional, vidriada en colores miel y chocolate –según el color del barro empleado, blanco o rojo– y singular por su decoración con ondas, círculos y rayas en barro blanco.
Foto: Carlos R. Prieto
En funcionamiento desde hace dos años, el Ecomuseo es fruto de la restauración de ocho viviendas de alfareros colindantes, situadas en torno a uno de los hornos comunitarios tradicionales del pueblo, el de O Forte. En él se reproducen la casa y el modo de vida tradicional de los alfareros, cuya actividad artesanal estaba vinculada a la agricultura: en la planta baja, una lareira (cocina) con el horno original de pan y la zona de trabajo del alfarero; y en la primera planta, un fumeiro del siglo XIX sobre la lareira, donde se secan las piezas, junto a dos habitaciones con mobiliario antiguo. En otras dependencias se exponen una interesante colección de aperos y herramientas de labranza, y otra más modesta de artes y aparejos de pesca.
Dependiente del Ayuntamiento de Malpica y de la Diputación Provincial de A Coruña, aloja también una exposición de la variedad de formas cultivadas por la alfarería de Buño, pensadas para dar satisfacción a las necesidades utilitarias de la vida cotidiana. Junto a una colección de la Asociación Oleira de piezas de los siglos XVIII y XIX, se pueden contemplar más de cuarenta formas tradicionales, entre las que aparecen objetos autóctonos como los chifles típicos de las romerías, las buxainas (trompos), las trompetas o las ingeniosas jarras de la trampa –con agujeros en el cuello y tres boquillas– y destacan variedades de cuncas (cuencos) y escudillas, innovadores floreros, macetas de cuidados acabados, cestas trenzadas… que fueron incorporándose al quehacer de los alfareros en distintos momentos en su incesante y paulatina adaptación a la demanda.
Los tiempos cambian y el oficio también. Pero Buño sigue conservando sus cuatro barrios alfareros, a los que dan nombre los hornos de O Forte, Os Mouróns, A Lucha e A Costa, todos restaurados y listos para funcionar como antaño. Gracias a la actividad del Ecomuseo, el de O Forte va ya por la décima cocedura, y lo mejor está por llegar: una cocedura simultánea que echará humo por los cuatro costados del pueblo y que durante unas horas lo devolverá a sus mejores años.
Quizás el espectáculo no se pueda contemplar desde alguno de los blancos y casi inexplorados arenales de Malpica o desde las villas típicamente marineras de la comarca de Bergantiños, pero de cualquier modo merece la pena llegar a esta punta del Atlántico y gozar del sabor de una tierra legendaria.
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