Alfareros del siglo XXI (Gundivós-Sober, Lugo)

© Carlos R. Prieto

Publicado en “Turgalicia. Revista para descubrir Galicia”. Núm. 10. Abril 2008-Julio 2008

Elías González ha asumido el peso de ser el único heredero de la tradición alfarera milenaria de su pueblo, y mantiene activo el torno en Gundivós. No es tarea fácil, en un pueblo con poco más de un centenar de habitantes en el que la juventud tira por otros derroteros.

 

Estamos en el corazón de A Ribeira Sacra, en una parroquia del municipio de Sober (Lugo), a pocos kilómetros de Monforte de Lemos. Castillos, monasterios y conventos por toda la comarca trasladan al tiempo de los señoríos de los nobles linajes de Galicia, cuando los gremios artesanos jugaban un papel destacado en las ciudades, los aprendices trabajaban en la casa-taller del maestro a cambio de la manutención, y la continuidad del oficio estaba asegurada con la transmisión hereditaria del taller.
Y, sin embargo, siglos después, la continuidad de la tradición alfarera de Gundivós, considerada por muchos la más primitiva de toda Europa, está en juego. A finales del pasado enero falleció José Rodríguez “O Ventura”, y, con Agapito González y Obdulia Rodríguez prácticamente retirados, el futuro pasa por iniciativas como la de Elías González, que ha conseguido restaurar la casa rectoral de 1750 y convertirla en el Centro Oleiro de Gundivós.
Abierto al público el pasado verano, por el momento alberga únicamente su propio taller, una tienda-exposición y una sala-museo donde se exhiben piezas con más de 100 años de antigüedad, donaciones de los vecinos de la parroquia. En el futuro, no se descarta que pueda acoger también un centro de formación, ya que dispone, en el piso de arriba, de espacios totalmente acondicionados para alojamiento y salas de reuniones y de trabajo.
Si algo distingue el trabajo de este alfarero es su afán por conservar, lo más puramente posible, la tradición. Una máxima que sigue en todo el proceso de elaboración de las piezas –incluidas las fases de obtención del barro y la recogida de la leña (carqueixa) para la cocción– y que justifica también el modo en el que acometió la recuperación de la casa rectoral, sin adulterar lo que ha llegado a nuestros días, tanto de las estancias (bodega y cocina) como de sus distintos elementos (alacenas, muebles empotrados, bancos, puertas, palomares…).
Cuando lo visitamos, la niebla persistió hasta mediodía sobre el paisaje de Terra de Lemos y el frío sólo podía combatirse en el taller alfarero, presidido por una estufa de leña. Elías recibió a una decena de alumnos del instituto de Quiroga y ejecutó al aire libre una demostración del proceso de elaboración de la alfarería de Gundivós, que debe su característico color negro a su peculiar y ancestral técnica de impermeabilización, mediante fusión de resinas naturales.
Del torno de Gundivós han salido tradicionalmente piezas funcionales en la cocina, la bodega o la matanza: ámboas (para el vinagre), cántaros, meleiras (para la miel), pucheros (para el cocido), escurrecubas, braseros, botellas, barreñas y barreñones, chocolateras, queseras, olas y cazolas para grasa… Y la más identificativa de la alfarería de Gundivós: el jarro –en masculino, como se ha llamado siempre–, exclusivo para el vino, y de distintos tamaños, con capacidad para un litro el más pequeño o para 16 litros el mayor, que cada alfarero decoraba a su gusto con unos característicos bigotes.
En esta zona de economía agraria, productora de afamados vinos de la Denominación de Origen Ribeira Sacra, muchos de estos usos no han perdido vigencia, pero la mayoría de las piezas ya sólo pueden conseguirse por encargo. Por su aspecto rústico y sus evocadoras formas prerromanas, son, además, muy preciadas actualmente como elementos decorativos. Si en otro tiempo los alfareros trabajaron en función de la demanda y elaboraron hasta bebederos para las gallinas, hoy también la demanda del mercado es la razón por la que se varían los tamaños tradicionales de las piezas o sus acabados, y se pueden encontrar cuncas para el vino o cacharros de queimada con el barro de Gundivós.

© Carlos R. Prieto

El torno de Gundivós es bajo y se impulsa con la mano. La postura –malísima para la espalda, los codos como punto de apoyo– permite al alfarero ver la pieza de perfil. La elaboración se realiza por el método de churros, y la cocción, con leña de carqueixa, en horno de piedra durante ocho horas. Luego, la pieza se ennegrece a fuego vivo y, en caliente, se le aplica por dentro una resina de pino que crea una película impermeabilizadora. Este es el acabado propio de las piezas destinadas únicamente a líquidos templados y fríos.
Fascinados por el fuego y por las manos del alfarero, hemos asistido durante un buen rato al proceso de elaboración de un jarro tal y como se hacía hace más de 500 años, un legado transmitido de generación en generación. Elías lo recibió de manos de su vecino Agapito, y ahora puede perpetuarse al calor del recién nacido Centro Oleiro de Gundivós y del singular atractivo de A Ribeira Sacra del Sil, con un Turismo Rural consolidado y un sinfín de rutas para gozar de los espectaculares cañones del Sil, los bancales de viñedos dispuestos en las laderas de los montes, recónditos monasterios, bodegas, secaderos de castañas y aldeas de montaña por las que no ha pasado el tiempo.

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Soy periodista. Cofundadora y directora de la editorial Belagua. Trabajo en proyectos editoriales centrados en la comunicación turística de Galicia, y desarrollo tareas editoriales, de comunicación y de creación y gestión de contenidos para todo tipo de publicaciones. Soy navarra, vivo en Vigo y adoro Galicia.

Hay 1 comentario

  1. […] de bodegas inscritas en la D.O. Ribeira Sacra, y la segunda con dos talleres alfareros, uno en Gundivós (Sober, Lugo) y otro en Niñodaguia (Xunqueira de Espadanedo, Ourense), donde todavía se elaboran piezas […]

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