En el décimo aniversario del «Prestige»
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Las manchas de chapapote todavía son visibles en zonas de la costa de difícil acceso, como estas rocas del faro de la isla de Sálvora, fotografiadas el pasado 9 de noviembre. |
El 13 de noviembre de 2002 es una fecha que no se olvidará jamás en Galicia, porque aquel día, en medio de un temporal de escala 8, con olas de 7 metros y vientos de 70 kilómetros por hora, el accidente del petrolero «Prestige» a 240 millas de Fisterra desató el mayor desastre medioambiental de la historia de España, con incalculables pérdidas económicas en Galicia y una marea blanca de voluntarios que se volcaron en la limpieza de la costa.
Hoy, en el décimo aniversario de aquella fecha maldita, el recuerdo de la catástrofe está más vivo que nunca. Por un lado, porque hace apenas un mes se inició el juicio en la Audiencia Provincial de A Coruña para dirimir las responsabilidades en la tragedia y, por otro, por algunos recordatorios que han tenido lugar este año.
Además, aunque con otra finalidad diferente –la de documentar y reflexionar sobre determinados aspectos de la modernidad, como la explotación de la naturaleza, el progreso indefinido o el comercio marítimo–, muchas
imágenes de la marea negra del «Prestige» forman parte de la
exposición “La ballena negra” con la que el
Museo de Arte Contemporáneo de Vigo (MARCO) celebra su nacimiento hace diez años, justo el fatídico día del accidente del petrolero.
El «Prestige» fue y sigue siendo en Galicia sinónimo de tragedia. Porque, además del daño sobre la fauna y la flora marinas, el vertido de las 77.000 toneladas que transportaba afectó a la economía de miles de familias de trabajadores vinculados al mar y generó en la población trastornos de estrés postraumático y afecciones respiratorias por la inhalación de gases de hidrocarburos, entre otras consecuencias sanitarias que se han ido estudiando.
¿Y el sector turístico? ¿Cómo afectó la marea negra del «Prestige» a la reputación de Galicia como destino turístico? ¿Hubo menor afluencia de visitantes en los meses siguientes? Según datos de la Dirección Xeral de Turismo de la Xunta de Galicia, durante 2003 la afluencia turística a Galicia creció únicamente un 0,08 por ciento, y se situó por encima de los 4,4 millones de turistas. La ocupación hotelera, además, registró un descenso medio anual del 2,2%.
Lógicamente, en el verano de 2003 Galicia perdió buena parte de sus banderas azules, entre ellas todas las que habían ondeado en las playas de A Costa da Morte, la zona más castigada, y la de la playa de Rodas, en las islas Cíes. Las autoridades se esforzaron por minimizar las señales del «Prestige», pero el recuerdo de la marea negra afloraba en las playas en forma de galletas, y las incrustaciones de alquitrán podían verse también en las rocas y en los acantilados.
Tengo la sensación, sin embargo, de que Galicia aguantó con mucha dignidad el daño infringido a su imagen turística, y creo, además, que los esfuerzos de promoción que se hicieron en aquel momento —con el Xacobeo 2004 a las puertas— fueron decisivos. “Besos para Galicia”, por ejemplo, fue una original campaña que tocó la fibra sensible del público para contrarrestar, sin citarlo, el efecto negativo del «Prestige».
Tras un balance de más de
20.000 aves petroleadas y 1.500 kilómetros de costa afectada, desde Portugal hasta el Sur de Francia, el Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha asegurado que
la costa gallega se ha recuperado del «Prestige» por el poder autodepurador del mar.
Pero, como decía al principio, diez años después del accidente del «Prestige», que acabó en el fondo del mar partido por la mitad, el pueblo gallego no ha olvidado la tragedia porque no está dispuesto a que se repita.
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Soy periodista. Cofundadora y directora de la editorial Belagua.
Trabajo en proyectos editoriales centrados en la comunicación turística de Galicia, y desarrollo tareas editoriales, de comunicación y de creación y gestión de contenidos para todo tipo de publicaciones.
Soy navarra, vivo en Vigo y adoro Galicia.
¡Qué bonito!, una entrada muy emotiva para recordar el décimo aniversario del Prestige. Nunca mais!