Cans recobra su protagonismo anual con la octava edición de su agroglamuroso Festival de Cine

Cans'08. Desfile de chimpibuses (foto: Luis Otero)
Desfile de «chimpibuses» en Cans, en 2008. Foto: Luis Otero/ Cortesía del Festival de Cans.
El humor y la retranca gallega son inseparables del Festival de Cine de Cans. Sí, sí, de Cans, como suena. Es una parroquia de O Porriño –otro topónimo que se las trae– de no más de 400 habitantes. Su nombre en galego significa “canales” y no “perros”, pero recibe al visitante con la escultura en piedra de un perro. Se la conoce con el nombre de Can de Godoy, en alusión al cantero que la esculpió, y su existencia se explica porque es el símbolo que ha popularizado su festival de cortometrajes gallegos.
Alguien dijo que éste es el primer festival de cine que empezó por el nombre. Lo cierto es que lo que empezó como una ocurrente idea, entre risas, bromas y cervezas, acabó cogiendo cuerpo y animando a unos cuantos a ponerla en práctica: si Cannes tiene su festival de cine, el pueblo de Cans también iba a tener el suyo, y en 2004 echó a andar el Festival de Cine de Cans. Desde entonces, se celebra anualmente, en el mes de mayo, coincidiendo con el de la Costa Azul. La cita de este año es la próxima semana, entre los días 18 y 21.
Se ve que la gente de Cans tiene un gran sentido del humor y muchas ganas de hacer cosas para el pueblo, porque son sus vecinos, a través de la Asociación Cultural Arelas, quienes aportan la infraestructura necesaria para el evento. Quiero decir que aquí no existe un cine de pueblo ni un salón de actos municipal donde se puedan organizar este tipo de eventos, por lo que las proyecciones y conciertos de música que amenizan el festival tienen lugar en fincas, galpones, gallineros, bodegas y bajos de unas cuantas casas del pueblo acondicionados al efecto.
Estos días se afanan en los últimos preparativos para recibir a las miles de personas, entre público, profesionales del mundo del cine, de la música y de la cultura en general, rostros famosos y periodistas locales y foráneos, que, atraídas por el ambiente festivo y alternativo del festival, participarán en el acontecimiento social más importante de la parroquia y alrededores.
Porque lo que sí ha logrado el Festival de Cans en ocho años de andadura es convertirse en fenómeno mediático, gracias a esa filosofía que fusionó el glamour de la industria del cine con lo enxebre del escenario del festival. De ahí que se acuñara la palabra agroglamour para describir el ambiente que lo envuelve, encarnado tanto en los desfiles de chimpinbuses –unos pequeños tractores que hacen el papel de limusinas–, como en la inexistencia de trajes de gala, las alfombras de cualquier color, o el propio premio del festival, las estatuillas de los Cans de Piedra.
Además, para completar el ambiente cinéfilo y mitómano de Cans, a falta de un paseo marítimo como el de La Croissette, la plaza del pueblo se ha convertido en el Torreiro de las Estrellas, donde se pueden ver ya las baldosas de Luis Tosar y Ernesto Chao, y este año se colocará la de María Pujalte.
Con todo, la divertida filosofía que rodea al Festival de Cans no ha descuidado el aspecto más serio y profesional del evento –concurso de cortometrajes gallegos, estrenos de documentales y largometrajes, coloquios con cineastas–, y lo ha convertido en un referente indiscutible de la industria cinematográfica gallega y estatal.
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Soy periodista. Cofundadora y directora de la editorial Belagua. Trabajo en proyectos editoriales centrados en la comunicación turística de Galicia, y desarrollo tareas editoriales, de comunicación y de creación y gestión de contenidos para todo tipo de publicaciones. Soy navarra, vivo en Vigo y adoro Galicia.

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